viernes, febrero 23, 2007

En conflicto con el conflicto

(Una de diván...)



Tengo que confesar que desde pequeño le he huido a las peleas, el conflicto me altera(ba). Será que tengo malos recuerdos de infancia con la violencia, será que Ludovica Squirru tiene razón y los conejos chinos somos cómodos y pacifistas por naturaleza, será que la luna salió temprano la madrugada que nací, o que el gen 376.099 de mi ADN no produce suficiente transaminasa, que se yo...
Sea lo que sea ya más grandecito he descubierto que el conflicto viene incluido en el mismo paquete con la vida, es más: probablemente el conflicto es lo que dió nacimiento a la vida y lo que además la mantiene durando sobre la superficie del planeta.

Hoy por hoy he caído finalmente en la cuenta de que el problema no son los conflictos en sí, innegables, ineludibles, omnipresentes desde temprano en la mañana cuando peleás por ganar el turno del baño para lavarte los dientes hasta la noche cuando es difícil acordar que programa elegir para ver en la tele, pasando por las discusiones con el colectivero y el quioskero, la mala memoria de la telefonista, el reclamo del jefe, el auto que casi te pisa al doblar la esquina, el policía que te mira sospechoso, el carterista oportunista, el ascensor que se traba, el celular sin cobertura, el lugar en el estacionamiento, el almuerzo frio, el vuelto mal dado, el taxi vueltero, los malos entendidos, los chicos malos, el sol que calcina cualquier parte del cuerpo que sobresalga mas de 2 cm de la remera y hasta los mosquitos que como si todo esto fuera poco se empeñan a la mediatarde en que seas parte de su merienda...

Vivimos sumergidos en el conflicto, incluso nuestro cuerpo está en conflicto permanente con la muerte, con los virus y con los triglicéridos entre otros... El problema es en realidad nuestro "conflicto interior" con los conflictos externos, creo que muchas veces sin darnos cuenta es justamente eso lo que a la mayoría mas nos cansa, nos agota, nos estresa. Es ese tratar de nadar contra la corriente, es pelear contra el mundo exterior para llevar a cabo nuestros sueños o simplemente para sobrevivir, pero a la vez pelear contra nosotros mismos porque nos nos gusta lo que hacemos o tenemos que hacer para ganar las pequeñas y grandes batallas cotidianas, o porque nos disgusta que exista el conflicto en si, o porque no entendemos porque los demás no están de acuerdo en nuestra forma de ver y encarar la vida o nuestro ritmo circunstancial para bailar la danza de la supervivencia, o simplemente porque los otros algunas veces nos agreden sin causa aparente aunque nos empeñemos en no joder a nadie y tratar de ser "buenas personas".

Alguien dijo alguna vez que la manera mas fácil de ver el sol cuando lo tapa la montaña es moverse uno (mover la montaña es mucho mas complicado).
Suena entonces mucho mas fácil "amigarnos" con el conflicto que tratar de erradicarlo del mundo o irnos a vivir a una caverna en el desierto y convencer además a los alacranes de que no nos piquen mientras dormimos.
Aceptar en nuestro interior profundo la existencia perenne e inmutable o más aún la necesidad vital del conflicto es probablemente una forma interesante de ser un poco más felices.

1 comentario:

Anónimo dijo...

He leído algunos de tus escritos en este blog. Me parecen interesantes los comentarios.
De mi parte te diré que vivo en la frontera, en la provincia de Misiones de la república Argentina.
Misiones es toda región de frontera. Pero en vez de expandirse hacia el exterior, nos invaden los paraguayos y brasileños. En fin, me gusta el centro, no los bordes... Pero si todos fuéramos iguales al pensar, esta vida no tendría sentido. Además, valoro tu postura ya que en los bordes están los valientes que se exponen al peligro constantemente... En forma muy particular, digo: antes me apasionaba estar en los bordes. Hoy día ya no, tal vez porque ya no tengo la valentía suficiente como para enfrentar ataques, presiones, invasiones, situaciones peligrosas, etc. Prefiero la tranquilidad del centro.
Felicitaciones por tu blog . Espero tener tiempo para leerlo en su totalidad.