jueves, diciembre 14, 2006

Infringiendo la ley del deseo



"No todo lo que brilla es oro" reza el antiguo adagio (Ultimamente me tientan mucho los refranes...) Será que realmente no era oro o será más bien que cuando finalmente lo tenemos en las manos pierde parte de ese brillo deslumbrante que tenía desde lejos?

La enorme diferencia entre desear, llegar y haber pasado:

Pareciera que después de todo el único capital que nadie nos podrá nunca quitar es la experiencia, no es que sea siempre la mejor consejera ya que la realidad es a veces demasiado dinámica para seguirle el ritmo y las soluciones aprendidas en el pasado no necesariamente sirven para el futuro, pero hay algo que si aprecio de la experiencia: es esa fiel compañera de ruta que con una palmada en la espalda nos susurra al oído: "No tengas miedo, ya estuviste ahí"
Si te angustia la siguiente curva, si venís tal vez demasiado rápido y no sabés si podrás tomarla a tiempo, si hay arena en el asfalto y tocar el freno no es una opción, si encima es de noche y llueve y no podes ver ni tu nariz, imaginate como estarían los que nunca salieron del garage!
Lo veo a diario, gente que no se anima, que no siente que el mundo sea un lugar que les pertenece y cada día que pasa les pertenece menos por lo que se animan menos todavía... Es un circulo vicioso cuyo resultado es bastante seguro: Una vida pequeña.

Un caminante en el desierto desesperado de sed bajo el ardiente sol del mediodía miraba en la lejanía un pequeño oasis con altas palmeras que destacaban nítidas contra el horizonte e imaginaba el agua cristalina que de cuando en cuando le regalaba un destello de luz en la distancia. Cuanto más caminaba hacia el lejano oasis, más parecía éste alejarse, día tras día caminaba el caminante sobre la arena ardiente, las dunas o el viento muchas veces ocultaban el paisaje y era dificultoso orientarse entre esas gigantescas olas de polvo blanco sin perder el rumbo y extraviarse asi para siempre en la inmensidad del Sahara. Pero llegó un buen día, un día como cualquier otro cuando inesperadamente el oasis apareció detrás de la siguiente duna, a pocos cientos de metros del cansado caminante que acelerando el paso y extenuado llegó finalmente al anhelado vergel. Bebió hasta saciarse y recién ahí comenzó a notar que el agua no era tan cristalina y fresca como la imaginaba, ni las pasturas tan verdes ni las palmeras tan altas. Pero igual se alegró de haber llegado. Descansó muchas semanas del largo viaje cuando un buen día acertó a pasar por allí otro viajero que iba camino al legendario oasis de Menhures-Razor donde según cuenta la leyenda claras cascadas de agua pura brotan entre las rocas naturales incrustadas de esmeraldas para dar vida al jardín del Edén. El caminante se despidió con un dejo de tristeza del pequeño oasis que fue su hogar en el último tiempo, se ató con fuerza las sandalias, cargó algo de agua en su cantimplora y emprendió el camino hacia su nuevo paraíso perdido.

Moralejas:
1-Si tienes acciones de algún oasis, véndelas mientras están en alza :-)
2-Nunca es lo mismo perder que nunca haber tenido, algunos tontos creen que es mejor nunca llegar para no tener que partir, o que es preferible no encontrar nada para no arriesgarse al dolor de perderlo todo. Yo digo que los finales no son sino nuevos comienzos, yo digo que es mil veces mejor haber estado un minuto que una vida de ausencia. Yo digo que el se va nunca es el mismo que llegó. La experiencia transformadora de simplemente haber estado allí, de haberlo logrado aunque sea por un rato nos permite subir un peldaño de la escalera de la existencia, que seguramente luego olvidaremos cuando estemos mirando el horizonte que sigue. Lo que no nos detenemos muy seguido a pensar es que el escalón en el que estamos parados está en realidad sostenido por todos los escalones que subimos antes...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Debes luchar por lo que quieres conseguir. Pero una vez que lo consigues, debes cuidarlo y conservarlo.