domingo, febrero 16, 2014

Entre la playa y el mar

(De fronteras y Dioses)



La vida es una aventura y como toda aventura tiene esos momentos maravillosos que recordamos para siempre, pero a veces la cosa se pone peliaguda y nos toca aprender, porque nada enseña mas que las dificultades.
Lo que me enseño la vida:
Que soy un tipo con suerte, suerte de haber nacido, suerte de haber vivido en Infanta Isabel 180, suerte que conocí a Gustavo Pacheco en el Zorrilla, suerte que pase el examen de química de tercero con el Liberatori, suerte que encontré mi primera novia en una oficina de Correo de barrio Los Naranjos, suerte que busque cientos de cosas que nunca encontré incluyendo el secreto del movimiento continuo y el poder telepático para mover alfileres en las cajas azules de crema Nivea.

Aprendi que los Dioses ayudan a quienes se ayudan pero a veces nos ayudan de formas imprevistas que entenderemos solo muchos años mas tarde. Aprendi que en las arenas de la playa de nuestro camino sopla una brisa que va borrando nuestras huellas algunos pasos atrás.
Aprendi que hay un Dios del tiempo que pasa, que creo el mundo y como un dragón devora los días que es imprescindible aprovechar porque no vuelven, aprendí que hay un Dios de las cosas que nacen y las que se terminan y otro que nos enseña la belleza del arte y de las cosas que hacemos los hombres. Otro patrocina la sabiduría, la de las ciencias y también la otra, la que nos ayuda a tomar las decisiones que nos permiten sobrevivir y con suerte ser felices. Otros Dioses se ocupan del trabajo y el comercio entre los hombres y también de los fantasmas de las cosas que pasaron que llamamos recuerdos y nos susurran al oído porque somos quienes somos.
Hay un Dios hombre, el guerrero el conquistador el inventor y un Dios de la piedad que nos acerca y nos salva de las inclemencias del mundo y de la historia. Y hay finalmente una Diosa madre del amor, no solo del amor entre los hombres y las mujeres y su progenie y sus amigos y la especie entera. Es también el amor la secreta chispa de energía que nos conecta con las cosas del mundo y hace que nos importen las cosas que nos importan.

La vida últimamente me enseño que existe el orgullo legitimo por las cosas que hemos logrado pero también el falso orgullo por las cosas que los Dioses nos han dado y que en cualquier momento nos quitan y en esa borrosa frontera caminamos por la vida entre lo logrado y lo recibido, entre la playa donde construimos castillos de arena que el mar se llevara, y ese mar que nos trajo desde las profundidades del tiempo y las amebas para pararnos en nuestros pies y caminar y tropezar y caer y levantarnos y volver a caminar, en esa frontera...